Palestra / Unesco
Candi (Cándida Jiménez Bojórquez) y sus compañeras de bordado cuentan la historia de su taller familiar en Maní, Yucatán, en el que crean blusas, vestidos, hipiles y ternos, y cómo sus máquinas de coser son también fieles acompañantes de generaciones de trabajo, conocimientos y creatividad del arte textil, con las que hablan y hasta discuten cuando presentan alguna falla. Muchas mujeres de Yucatán guardan una estrecha relación con sus máquinas, aros, agujas, telares y entre ellas mismas. Un tejido que se extiende hacia toda su comunidad para su sostenibilidad y cuya continuidad no está exenta de desafíos sociales, tecnológicos y de competitividad económica.
Sandy, Teresita y Petronila, a pesar de vivir a kilómetros de distancia, ahora se reúnen con otras tantas artesanas de Yucatán para fortalecer sus habilidades financieras, de gestión de negocios y la relación de su trabajo con el patrimonio cultural inmaterial, a través de un innovador proyecto de la UNESCO que ya rinde frutos.
Antonia Aracely Poot Poot, mejor conocida como “Sandy”, es jefa de familia y dueña de un pequeño local textil en la comunidad de Dzitnup, en Valladolid, y comparte cómo el proyecto ha transformado su perspectiva sobre el bordado, para transmitir el valor cultural y económico de cada puntada y no abaratar su trabajo.
Cada una de nuestras prendas son únicas, ya sea el diseño de las flores, los colores. Ahí expresamos, como artesanas bordadoras, todo lo que en ese momento vivimos.
Dijo Sandy, al tocar los coloridos bordados de su blusa y explicar que es un bordado macizo en máquina, al que puede llegar a dedicar dos días, aunque existen otros trabajos como el de Xok Bi Chuy (punto de cruz en maya) en el que pueden tardar hasta de 3 a 6 meses para elaborar a mano una sola prenda.
Mediante el proyecto de la UNESCO, con el auspicio de la Fundación Banorte y la colaboración de la Secretaría de Cultura de Yucatán, se identificó que existe una brecha de ganancias por producto entre los municipios, por ejemplo, mientras que en Maní se estimó una ganancia promedio de 23.5% por producto, en Valladolid sólo fue de 18.9%.
Sandy explica que sólo calculaban el costo de los materiales base para estimar el precio de sus creaciones. No fue hasta que participó en los fallecer de finanzas y modelos de negocios que forman parte del programa de la UNESCO que reconoció que obtener una ganancia adecuada debía considerar también su tiempo invertido, sus conocimientos, e incluso la luz y otros servicios que emplea diariamente. Lo mismo pasaba con Teresita Canche Poot de Tixhualactún, quién ahora reconoce que el precio de sus creaciones también implica sus habilidades técnicas, su trabajo creativo y artístico estrechamente unido a su identidad.
Por su parte, Petronila Hau Uicab, también de Tixhualactún, señala que los talleres han ayudo a las mujeres a sostenerse por sí mismas, estando con o sin alguna pareja, ya que a veces no reciben su apoyo, ya sea en el trabajo textil o en el del hogar y la crianza.
Con nuestro trabajo podemos sacar adelante a nuestros hijos, a la familia, apoyar a otras familias por igual, al comercializar nuestros trabajos y con eso apoyar a otras compañeras
Señala Petronila para animar a otras mujeres a unirse a las actividades que continúan en otros municipios de Yucatán.
La iniciativa de Desarrollo económico y social con perspectiva de género mediante el arte textil también se robustece con la Secretaría de las Mujeres (Semujeres) de Yucatán y el Instituto Yucateco de Emprendedores (IYEM), con el objetivo de que sus beneficios sean garantizados a largo plazo y de forma duradera, mediante el reconocimiento de esta actividad como parte del patrimonio cultural mexicano. Por ejemplo, se preparan estrategias de comercialización que están a disposición de las artesanas para mejorar la incorporación, venta y distribución de sus productos.
Sandy cuenta que al llegar a casa, después de las reuniones con artesanas, sus hijos le preguntan sobre lo aprendido en lo que le llaman «escuela». Dice que una de sus hijas muestra un interés mayor, se emociona y genera nuevas ideas que ambas ponen en práctica en su taller. «Como niña, se hace una idea de todos los bordados que se pueden hacer o todas las cosas que se pueden hacer con los bordados».
Lo mismo comparte Teresita, al invitar a las artesanas a enseñar a sus hijos e hijas sobre el arte textil y el bordado:
para que el día de mañana también les pueda servir y lo cuiden, porque es parte de nuestro patrimonio
La UNESCO también trabaja con los hombres relacionados familiar o afectivamente con las artesanas que participan en el proyecto, con aquellos involucrados en las políticas públicas y en las cadenas de producción en las que se inserta el trabajo de las artesanas. El objetivo de este eje sobre masculinidades es que los hombres sean conscientes de prejuicios y estereotipos de género para identificarlos, abordarlas y erradicarlos, para así construir relaciones sanas, dignas y corresponsables con las mujeres, para no obstaculizar ni afectar, sino respetar e impulsar el desarrollo personal y laboral de ellas.
Petronila no había oído de la UNESCO y aunque Teresita sí, no conocía su trabajo. Ahora, ambas señalan que reconocen su importancia para apoyar a las comunidades en diferentes ámbitos, como en el cultural y las ciencias sociales y humanas para un bien-estar.
La UNESCO nos ha enseñado a valorar nuestro trabajo y aprender cada día más
Teresita Canche Poot
Las historias de estas tres talentosas artesanas es un llamado a la acción a acompañar a más mujeres en todo el mundo en sus procesos y fortalecer las condiciones dignas, seguras y libres para su pleno desarrollado.