Mar. Oct 29th, 2024

Omar Páramo / Erik Hubbard / Nycol Herrera / Daniela Gutiérrez / Ilse Ronces

Quienes viven al norte de la capital (o en sus municipios contiguos) son los mexicanos con mayor riesgo relativo de padecer alguna enfermedad cerebrovascular, isquémica del corazón, renal crónica, hipertensión arterial o diabetes mellitus tipo 2, todos ellos padecimientos relacionados con una mala alimentación. Coincidentemente, dicha zona tiene también una de las mayores densidades de tiendas de conveniencia, locales de comida rápida y puestos de antojitos del país.

¿Qué tanto influye la comida disponible en las distintas comunidades en la salud de su gente?, tal es la pregunta que intentó responder Mauricio Galeana, geógrafo de profesión y docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, quien junto con un equipo de colaboradores analizó datos de la Secretaría de Salud federal (SSa) sobre la mortalidad por enfermedades asociadas a una nutrición deficiente para luego relacionarlos con la ubicación (según el INEGI) de cada tienda minorista de alimentos, establecimiento de comida, supermercado y restaurante a lo largo y ancho del territorio nacional.

Con esta información, el universitario integró el mapa más completo sobre entornos alimentarios de México, el cual puede ser consultado de forma gratuita en la Plataforma del Sistema Agroalimentario y Nutrición en México, un proyecto del CentroGeo del Conahcyt desarrollado en colaboración con la SSa y las universidades Nacional Autónoma de México e Iberoamericana, como parte de los compromisos de la Estrategia Nacional de Alimentación.

“El objetivo de este trabajo es visibilizar las tendencias de salud alimentaria a fin de apoyar en el diseño de medidas que nos ayuden a combatir esta crisis sanitaria, algo crucial en un país que, además de registrar una de las mayores cargas de mala nutrición, tiene cada vez más habitantes obesos o con sobrepeso”. Y es que la evidencia científica es contundente: la dieta incide en el desarrollo de múltiples enfermedades crónicas, como las cardiovasculares o la diabetes.

Ya en 2004, la OMS y la FAO advertían en su reporte Dieta, nutrición y la prevención de enfermedades crónicas que vivimos una “epidemia creciente de padecimientos relacionados con los cambios de los hábitos alimentarios y modo de vida” y, en el mismo documento, ambas entidades señalaban el caso de México como preocupante por su “alarmante prevalencia de sobrepeso”. A dos décadas de distancia, y pese a lo serio de tales señalamientos, la situación se ha agravado.

Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2022, el 75.2 por ciento de los mexicanos mayores de 20 años tienen sobrepeso u obesidad, uno de los mayores índices en el mundo. “A veces estamos en primer lugar del planeta en el rubro, a veces en segundo, siempre alternando con Estados Unidos, pero de ahí no bajamos. De ese nivel es esta pandemia de mala nutrición”, subraya Galeana.

Nuestros entornos alimentarios se han modificado a un ritmo acelerado, dando pie a comparativos inquietantes como que, mientras en 1988 el 34.5 de las mexicanas adultas estaba excedida de peso, para 2012 esta cifra alcanzaba el 70.8 por ciento (más del doble), de ahí que contar con una herramienta como la Plataforma Geoespacial del Sistema Agroalimentario y la Nutrición sea esencial para frenar tales tendencias.

Como geógrafo, el profesor Galeana sabe que todo mapa sirve de guía y los que él y su equipo han integrado a la página http://salud.centrogeo.org.mx/ plantean rutas para combatir siete padecimientos muy concretos y ligados a una mala nutrición (enfermedades infecciosas intestinales, diabetes tipo 2, enfermedades isquémicas de corazón, desnutrición, enfermedad renal crónica, hipertensión arterial y enfermedades isquémicas cerebrovasculares).

“Con esta información (que también puede leerse a escala nacional y estatal) hemos generado diagnósticos a nivel municipal que estamos entregando a los comités de alimentación a fin de instrumentar acciones de salud basadas en las características de cada sitio”.

Y aunque la plataforma fue pensada como una herramienta de apoyo para las autoridades sanitarias, el universitario aclara que también puede ser consultada por el ciudadano de a pie. “Conocer las características alimentarias y padecimientos que se dan donde vivimos es un primer paso para cambiar hábitos y comenzar a comer mejor”.

La utilidad de la geografía

Desde 2016, la obesidad se considera una emergencia sanitaria en México. Los especialistas han definido a este problema médico como una acumulación excesiva de masa grasa en el cuerpo debida, en gran parte, al consumo de alimentos de alta densidad energética. De ahí que mapear nuestros entornos alimentarios y detectar dónde están los focos rojos sea clave para afrontar la epidemia de sobrepeso en México.

“Al interpretar los mapas de la plataforma podemos darnos una idea de qué estamos haciendo mal. Si revisamos todo este material es fácil constatar que en las regiones donde abundan las tiendas de conveniencia y los comercios de comida rápida hay más gente con las enfermedades antes citadas, mientras que, en las zonas donde prevalecen las fonditas, las cocinas económicas y las tiendas de abarrotes, las personas tienden a ser más sanas”.

Mauricio Galeana refiere que no es inusual que, al platicar sobre su participación en la Plataforma Geoespacial del Sistema Agroalimentario y la Nutrición, no falta quien le pregunte “¿y qué hace un geógrafo trabajando temas de salud”, a lo que él suele responder que la suya es una disciplina que aborda los fenómenos más diversos. “La geografía nos permite conectar todo lo que ocurre en el espacio”.

El universitario se dice consciente de que, en el imaginario colectivo, un geógrafo es alguien que ha memorizado las capitales de todos los países y que es capaz de recitarlas, como hacen los niños con las tablas de multiplicar, pero el profesor Galeana añade que eso es un estereotipo y, para desmontarlo, en cada una de sus clases intenta transmitir a sus alumnos que la suya es una profesión relevante de gran impacto social. “Al mapear diversos fenómenos podemos aventurar respuestas a la recurrente pregunta de ‘¿qué pasaría sí?’. ¿Qué repercusiones habría si en una zona protegida damos una concesión minera?, ¿con el abastecimiento de agua si se levantan más edificaciones?, ¿o si ocurre un desastre donde vivo? Plantear estos asuntos e intentar resolverlos desde un marco de modelación y supuestos nos enriquece pues, al abordar estos temas, los geógrafos nos volvemos agentes de cambio”.