Vie. Nov 22nd, 2024

Sandra Delgado / Óscar Alejandro / Nycol Herrera / Frank Medina – UNAM

Cada cuatro años, los atletas más destacados muestran su excelencia ante millones de aficionados de todo el orbe. En esta ocasión, París pasará a la historia del deporte no sólo por ser sede de los Juegos Olímpicos de 2024, sino por organizar un evento masivo en plena crisis climática. Para responder a las exigencias actuales el evento se ha comprometido a reducir a la mitad su huella de carbono en comparación con ediciones anteriores, e impulsar proyectos con beneficio ambiental.

“Los espectáculos deportivos generan gran cantidad de gases de efecto invernadero. En total, dichas actividades emiten cerca de 350 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) al año, equivalentes al uno por ciento de lo que representa la producción de energía o cemento, lo cual, a nivel global, es mucho. Las Olimpiadas expelen entre 3.2 y 3.5 millones de toneladas de dicho gas y ello incide en el clima y en los sistemas naturales y humanos”, destaca Francisco Estrada Porrúa, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM.

Al respecto, el académico señala que economistas de todo el mundo han desarrollado métricas para medir el daño por tonelada de CO2. Esto se conoce como “costo social del carbono” y consiste en analizar los impactos en sistemas naturales y humanos por cada tonelada adicional en la atmósfera, para luego ponerles precio.

“Los costos actuales están entre 100 dólares y mil dólares por cada tonelada de CO2 ingresada a la atmósfera. A fin de mitigar sus efectos tanto en el deporte y la vida diaria, como en las empresas y hogares, debemos ir pasándonos a tecnologías más limpias que requieran menos energía y que, además, la obtengan de fuentes renovables. Debemos involucrarnos todos y ser más responsables con el ambiente”, afirma.

Desde la planeación del evento (dice el experto en economía ambiental) es necesario contemplar que el clima cambia de forma constante. Hay artículos de investigación que advierten que para 2050 la mitad de las ciudades que hoy albergan a los Juegos Olímpicos de Invierno no podrán usarse debido a que no se contará con el hielo o nieve suficientes. Además, en Inglaterra será imposible jugar soccer adecuadamente ya que, para mediados de este siglo, una fracción de las canchas estarán parcialmente inundadas durante la temporada de partidos.

Diseños sustentables

Para controlar su impacto en la atmósfera, París 2024 aplicará el enfoque ARO (por sus siglas en inglés): evitar, reducir y luego compensar. Además, añadió dos etapas adicionales: prever las emisiones y movilizar la acción para aprovechar el atractivo del evento. En palabras de Adriana Lira Oliver, coordinadora del Laboratorio de Entornos Sostenibles de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, esta edición hará evidente la necesidad de aminorar la generación de CO2, gas que sobrecalienta la Tierra y evita que el calor salga al exterior del planeta.

“París 2024 tiene un papel destacado en la aplicación y demostración de estrategias para disminuir las emisiones no sólo en el comportamiento humano, sino en la construcción y diseño urbano y arquitectónico, pues las edificaciones de las ciudades son responsables de cerca de una tercera parte de la demanda energética, ya sea por la quema de combustibles fósiles para su climatización o por la fabricación de materiales convencionales usados en sus estructuras, como el cemento”.

Algo que se propone es el uso de insumos más sustentables como la madera (especialmente la obtenida mediante métodos que no impliquen deforestación), así como aprovechar los ya existentes. En vez de levantar más construcciones lo recomendable es crear infraestructura removible.

“En comparación con los tabiques o el cemento, la madera reduce las emisiones de CO2 a la atmósfera hasta en 90 por ciento. Por tanto, echar mano de elementos más sustentables podría bajar la huella de carbono. París reutiliza el 95 por ciento de lo ya construido y, para el cinco por ciento restante, emplea materiales que benefician al ambiente”, afirma.

A decir de la universitaria, desde hace siglos la humanidad organiza eventos reutilizado las mismas estructuras o empleando materiales sustentables (como madera o recursos colectados de la tierra). Con base en esta experiencia, sugiere retomar lo que funcione en pro del planeta.

“Con una buena estructura de sombreado que fomente la ventilación natural es posible evitar el uso de aire acondicionado. Los árboles dan muchos servicios ecosistémicos, no sólo sombra, sino humedad que regula la temperatura de los espacios o temperatura agradable para que la gente disfrute de espectáculos como los Juegos Olímpicos”, sostiene.

La experta en energía y sostenibilidad dice que París 2024 nos recuerda cómo se hacían las cosas hace 500 años, cuando no se disponía de tantos recursos, pero los que había se usaban de manera eficiente. Por ello, invita a aprovechar los recursos naturales renovables como el viento, el Sol y el mar, y ser conscientes de que cada persona puede disminuir su huella de carbono al colocar la basura en su lugar o al preferir la bicicleta o el transporte público sobre el automóvil particular.

Nuevas investigaciones

Hay una nueva subdisciplina conocida como ‘ecología del deporte’, la cual analiza la relación entre deporte y ambiente, ya que tanto atletas como aficionados deben estar preparados para los efectos del cambio climático (como calor, lluvia o frío extremo).  “En México no hay trabajos científicos sobre cómo el calentamiento global afecta al desempeño físico y ello puede ser una nueva línea de investigación para quienes estudian el clima y las ciencias del deporte”, dice Francisco Estrada.

A decir del académico del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, muchísimos mexicanos van, año con año, a justas deportivas, sin ser conscientes del peligro que representan las condiciones climáticas extremas cuando se es parte de un evento al aire libre, ya sea como atleta o espectador. “Durante la pandemia de COVID-19 hubo Olimpiadas de verano e invierno. En esa temporada las emisiones de CO2 a la atmósfera bajaron en 500 mil toneladas porque la gente decidió verlas a través de sus pantallas. Quizá habría que repensar cómo organizar eventos que oscilen entre lo virtual y presencial para darle un respiro al planeta”, concluye.