Dr. David Douterlungne / Ipicyt
Esta semana se realiza la COP16 en Cali, Colombia, una reunión entre líderes del mundo para discutir la actual crisis mundial de biodiversidad y definir estrategias para combatirla. ¿De qué se trata esta crisis de Biodiversidad?
El mundo tal como lo conocemos hoy no sería posible sin nuestra biodiversidad y ecosistemas. La biodiversidad y los beneficios que generar para el ser humano, los servicios ecosistémicos, sustenta sectores económicos enteros, como la agricultura, la pesca, el turismo y la silvicultura. Más del 75% de los cultivos alimentarios mundiales, como el café y la mayoría de los frutales, dependen de la polinización animal.
Sin embargo, la pérdida actual de polinizadores pone en riesgo entre 235 mil millones y 577 mil millones de dólares anuales. Actualmente, muchos propietarios de grandes plantaciones de frutales se ven obligados a contratar servicios de polinización inducida, proporcionados por apicultores que instalan colmenas itinerantes en sus cultivos. Pero no solo necesitamos los polinizadores, casi todos los cultivos vegetales dependen de servicios ecosistémicos generados por la biodiversidad, como la regulación del agua o fertilidad del suelo.
Estos beneficios que recibimos de la naturaleza están estimados entre 125 y 140 billones de dólares anuales, más del doble del PIB global. Los ecosistemas marinos y terrestres son también los principales sumideros de carbono, absorbiendo 5.6 gigatoneladas de carbono por año, o 60% de las emisiones antropogénicas globales, mitigando así los efectos del cambio climático. A nivel individual, la biodiversidad cubre muchas necesidades básicas; más de 2 mil millones de personas dependen de la leña para satisfacer sus necesidades energéticas básicas, y se estima que la atención médica de 4 mil millones de personas depende de la medicina natural.
A pesar de nuestra dependencia de la biodiversidad, nuestras actividades han llevado a los ecosistemas naturales a una crisis sin precedentes. Estamos en la sexta ola de extinción, la primera causada por el ser humano, con aproximadamente 1 millón de especies en riesgo de desaparecer durante las próximas décadas. La tasa de extinción actual es de diez a cien veces mayor que en los últimos 10 millones de años. No solo perdimos especies, también individuos. En los últimos cincuenta años, la abundancia de animales silvestres terrestres y de agua dulce ha disminuido en un 69% y 85%, respectivamente. Las caídas más severas se observan en América Latina y el Caribe, con declives de hasta un 95%.
El ser humano modifica cada vez más la superficie terrestre. Más de un tercio de la tierra se utiliza para cultivos o ganadería, y al mismo tiempo, la degradación ha reducido la productividad en el 23% de la superficie terrestre global. La biomasa de mamíferos domesticados, como vacas y cerdos, es aproximadamente 30 veces mayor que la de mamíferos salvajes. El 97% de la biomasa total está constituida por los seres humanos con su ganado y mascotas, mientras que sólo el 3% restante representa a todos los animales silvestres.
En 2020, la masa antropogénica (objetos creados por el ser humano, como edificios y carreteras) superó la biomasa (todos los organismos vivos) y se espera que para 2040 sea el doble de toda la biomasa. La mayoría de este material es de lenta descomposición, como la isla de plástico de más de 80.000 toneladas que flota en los océanos, cubriendo un área tres veces el tamaño de Francia y entrando en la cadena alimenticia en el mar y la tierra. Estos cambios a gran escala arriesgan llevar nuestros ecosistemas a puntos de inflexión o colapso. Los puntos de inflexión son momentos críticos en los que pequeños cambios acumulativos desencadenan finalmente transformaciones significativas, irreversibles y abruptos.
Ejemplos de esto incluyen la muerte masiva de los arrecifes de coral, que actualmente equivale al 50% de su superficie original y se prevé que ascienda al 90% durante este siglo, afectando la pesca y la protección costera. Otro ejemplo es la deforestación de la selva amazónica, que ha reducido su superficie con un 14-17%. Si la deforestación alcanza el 20-25%, se liberarían grandes cantidades de carbono a la atmósfera, alterando los patrones climáticos, lo que puede transformar irreversiblemente el ecosistema en una sábana.
Reducir nuestra biodiversidad a gran escala es por esta razón a menudo comparado con el juego de Jenga, donde se eliminan tantos bloques que la torre, o el ecosistema, finalmente colapsa. Sólo que, en contraste que el juego de Jenga, no podemos simplemente apilar nuevamente los bloques y reiniciar el juego.