Sáb. Nov 23rd, 2024

Palestra / San Luis Potosí

La cafeína no solo nos despierta a nosotros: en los últimos años, ha comenzado a alterar el equilibrio de nuestros ríos, lagos y costas, convirtiéndose en una amenaza ambiental que preocupa cada vez más a científicos y ambientalistas. La contaminación por cafeína en el agua resulta exclusivamente de la actividad humana que, de manera continua y creciente, desecha esta sustancia al medio ambiente, convirtiéndola en un contaminante persistente. Es un estimulante del sistema nervioso central y es considerada como la droga más consumida en el mundo. Su presencia en cuerpos de agua ha sido confirmada en todos los continentes y diversos estudios han mostrado los riesgos potenciales para los ecosistemas y organismos acuáticos.

La cafeína se encuentra de manera natural en más de 60 especies de plantas, entre estas el café, el té y la cocoa. De manera procesada la encontramos en alimentos y bebidas, como el chocolate, café, té, refrescos y bebidas energéticas, medicamentos con y sin prescripción, como son analgésicos, estimulantes y antigripales. Se estima que el consumo diario de cafeína per cápita, incluyendo todas las fuentes, es de aproximadamente 70 mg/día. El café, por su parte, es la segunda bebida más consumida después del agua. Se estima que 90% de la población adulta lo consume de manera regular, lo que equivale a un consumo diario de cafeína de 227 mg. La cafeína ingresa a las aguas residuales por varias vías. La más importante es mediante excreciones humanas ya que entre el 3 y 5% de la cafeína ingerida no es metabolizada y al ser eliminada del cuerpo entra directamente al agua residual. Otras fuentes de cafeína son residuos líquidos de café, té, medicamentos y alimentos que son desechados, así como descargas de la industria que la procesa o la emplea. Los niveles más altos de esta sustancia en aguas residuales se localizan alrededor de zonas urbanas densamente pobladas. Sin embargo, la presencia de trazas de cafeína ha sido reportada en lugares recónditos como la Antártica.

Por lo anterior, la cafeína ha sido clasificada como un contaminante emergente. Estas son sustancias detectadas en el ambiente que no estaban previamente reguladas ni consideradas una amenaza, pero cuya presencia creciente plantea riesgos potenciales para la salud humana y el ecosistema. Estos incluyen fármacos, hormonas, drogas, bloqueadores solares, entre otros.

En años recientes se ha intensificado la investigación sobre los efectos de la cafeína en el medio ambiente y ecosistemas. Actualmente hay evidencias claras que confirman la detección de cafeína en varias biotas costeras y marinas, incluidas macroalgas, arrecifes de coral, bivalvos y peces. Así mismo, se ha mostrado que la exposición prolongada y bioacumulación de cafeína puede inducir una variedad de efectos en estos organismos que incluyen mortalidad, disminución del estrés general, inducción de estrés oxidativo y peroxidación de límpidos, afectación de las reservas de energía y la actividad metabólica, efectos neurotóxicos, impacto en la reproducción y el desarrollo de organismos.

Existen diferentes tecnologías para remover con altas eficiencias la cafeína del agua, como son coagulación, flotación, sedimentación, filtración, biodegradación, volatilización, entre otras. Se ha demostrado que las plantas de tratamientos de agua son capaces de eliminarla en su casi totalidad. Sin embargo, la detección de cafeína en diversos cuerpos de agua, aunque sea en bajas concentraciones, sugiere que la cantidad de cafeína en aguas residuales supera la capacidad de las plantas de tratamiento. Por otra parte, no todos los países cuentan con las mismas tecnologías ni las mismas capacidades, por lo que las eficiencias de eliminación son variables. Adicionalmente, existen las descargas ilegales y el manejo deficiente de efluentes que contribuyen a la persistencia de la cafeína en cuerpos de agua. Actualmente se desarrolla mucha investigación en el desarrollo de materiales adsorbentes como una tecnología novedosa para remover este contaminante.

A futuro es claro que el correcto manejo de la cafeína y otros contaminantes emergentes requiere por una parte, de nuevas políticas publicas e inversión que permitan mejorar los sistemas para su monitoreo y eliminación, así como acciones para informar y concientizar a la población. Un ejemplo concreto, es la promoción de protocolos e instancias para el acopio y manejo de medicamentos caducos, como alternativa al desecho directo como basura. El Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) cuenta con dichos protocolos mientras que el Sistema Nacional de Gestión de Residuos de Envases de Medicamentos (SINGREM) cuenta con contenedores especializados de acopio en gran parte del país; ambos apegados a la Ley General para la Prevención y Gestión de Residuos.

La cafeína, así como otros contaminantes emergentes, son producto de la actividad humana y es necesario entender el creciente riesgo que conllevan al medio ambiente, ecosistemas y potencialmente a la salud humana. Desafortunadamente, este problema es solo uno de muchos que resultan de la actividad humana, por lo que es importante considerar el impacto de nuestras actividades diarias en el ambiente.