Palestra / San Luis Potosí
Bajo una cálida noche de mayo, el mítico grupo Caifanes transformó el Teatro de la Ciudad del Parque Tangamanga II en un santuario de rock y memoria colectiva. Más de 5 mil almas, entre jóvenes ávidos de descubrir leyendas y seguidores que corean sus himnos desde décadas atrás, vibraron al unísono con clásicos como «Nubes», «Mátenme porque me muero» y «Viento».
Saúl Hernández, con su icónica voz, junto a Diego Herrera , Alfonso André y dos músicos más demostraron por qué su legado trasciende generaciones. El escenario, recién construido por el gobierno estatal que encabeza Ricardo Gallardo Cardona como epicentro cultural, se inundó de guitarras reverberantes y baterías contundentes, mientras el público viajaba entre la melancolía de los 90 y la energía renovada de nuevos adeptos.


Sorprendió la inclusión de «Pachuco», un homenaje a La Maldita Vecindad, que encendió la pista con ritmos ska y puños al aire. Durante dos horas, el repertorio fue un puente entre épocas: padres e hijos, veteranos y neófitos, compartieron el mismo éxtasis ante versos que ya son parte del ADN del rock en español.
El concierto, desarrollado en la paz sin límites que distingue a San Luis Potosí, no solo revivió canciones como «Para que no digas que no pienso en ti» y «Aquí no es así», sino que confirmó que el mito de Caifanes sigue creciendo. Entre aplausos y luces tenues, quedó claro: su música, como el viento, no conoce fronteras ni edades.