Vie. Jun 13th, 2025

Jazmín Ramírez / El Universal San Luis Potosí

A cuatro horas de la capital potosina, en lo más recóndito del municipio de Santa Catarina, en la comunidad de Santa María Acapulco, emerge un santuario que parece suspendido en el tiempo: el templo de Nuestra Señora de la Asunción.

El 1 de julio de 2007, un rayo cayó sobre su techo de palma. En cuestión de cinco horas, las llamas consumieron más de dos siglos de historia. El fuego arrasó con los retablos, el techo y parte de los muros. Lo que había resistido al paso del tiempo, fue reducido casi a cenizas.

El pueblo lloró su pérdida como si hubiese muerto un ser querido.

Sin embargo, el templo no murió. Gracias al esfuerzo conjunto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), autoridades estatales y la propia comunidad, comenzó una restauración de siete años.

Los trabajos, encabezados por expertos en conservación, incluyeron la reconstrucción de la techumbre de palma siguiendo técnicas tradicionales, la recuperación de los nichos con sus apóstoles y la restauración de los frescos y elementos litúrgicos.

Su fachada modesta de piedra y tierra, su techo de palma a dos aguas y su piso de tierra batida lo distinguen no sólo como un espacio de culto, sino como un emblema de la profunda conexión entre la cosmovisión xi’iuy y la fe cristiana.

Construido por misioneros franciscanos en el siglo XVIII, el templo refleja una arquitectura sin ostentación, pero rica en simbolismo. Sus 11 nichos verticales, que enmarcan figuras de los apóstoles talladas en piedra, se alzan en una fachada decorada con motivos geométricos de color rojo, tradicional en la región.

En su cima, destaca una cruz de madera que se alinea perfectamente con el eje del retablo principal. Un elemento único adorna el muro: el Skalu, un demonio-lagarto grabado en piedra que representa el sincretismo entre los valores católicos y las creencias ancestrales xi’iuy, donde el bien y el mal coexisten en equilibrio.

En el interior, los retablos de madera tallada, los frescos que aún sobreviven en los muros y la bóveda pintada con santos franciscanos narran siglos de historia.

Para la comunidad xi’iuy, este templo no es sólo un lugar de oración, es un espacio sagrado donde se celebra la vida, la muerte y la comunión con la tierra. Es aquí donde confluyen la memoria ancestral y la fe impuesta, que con los siglos, se volvió suya.

En 2014, el templo fue reabierto y forma parte de la Ruta Religiosa. Y con él, también se reconstruyó el alma de Santa María Acapulco. Hoy, cada misa, cada fiesta patronal y cada peregrinación es un acto de resistencia frente al olvido.

Visitar este rincón de San Luis Potosí es entrar en una cápsula del tiempo donde el arte, la espiritualidad y la identidad indígena aún laten con fuerza. Porque aunque ardió, el templo de Nuestra Señora de la Asunción nunca desapareció: renació más vivo que nunca.

Cabe destacar que cada 15 de agosto se celebra su fiesta patronal, donde acuden peregrinos de toda la región.

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