Palestra / Zenit
Por la noche del domingo 14 de enero, Papa Francisco participó en el programa de televisión italiano “Che tempo che fa”, en el que el presentador Fabio Fazio le hecho preguntas en torno a temas como el perdón de Dios, cómo corrige Dios, su renuncia (pregunta recurrente a la cual el Papa una vez más dice que no renunciará), la guerra y el comercio de armas, los inmigrantes, sus viajes a Polinesia y Argentina, el rostro de Dios, qué le hace reír, por qué pide oraciones siempre o las reformas más urgentes de la Iglesia.
Uno de los temas actuales de interés general ha sido el documento Fiducia Supplicans sobre las bendiciones pastorales a parejas irregulares.
Hablando sobre esto último, el Papa dijo por primera vez de forma pública:
A la hora de tomar una decisión, hay un precio de soledad que tienes que pagar y a veces las decisiones no son aceptadas pero la mayoría de las veces, cuando las decisiones no son aceptadas, es porque no sabes. Yo digo que cuando no te guste esta decisión vayas y hables y digas tus dudas y tengas una discusión fraternal y así va algo. El peligro es que no me guste y me lo meta en el corazón y entonces me resisto y saco malas conclusiones. Esto ha pasado con estas últimas decisiones sobre la bendición a todos.
El Pontífice también dijo:
El Señor bendice a todos, a todos, los que vienen. El Señor bendice a todos los que son capaces de bautizarse, es decir, a cada persona. Pero luego las personas deben entrar en conversación con la bendición del Señor y ver cuál es el camino que el Señor les propone. Pero hay que llevarles de la mano y ayudarles a recorrer ese camino, no condenarles desde el principio. Y ésta es la labor pastoral de la Iglesia. Es un trabajo muy importante para los confesores. Yo siempre les digo a los confesores: perdonadlo todo y tratad a la gente muy amablemente, como el Señor nos trata a nosotros, y luego, si queréis ayudar a la gente, siempre podéis hablar con ellos y ayudarles a seguir adelante, pero perdonad a todo el mundo.
En 54 años que tengo -esto es una confesión- 54 años que soy sacerdote, ¡soy viejo! En estos 54 años sólo una vez he negado el perdón, por la hipocresía de la persona. Una sola vez. Siempre he perdonado todo, pero también diré con el conocimiento de que esa persona quizás recaerá pero el Señor nos perdona, nos ayuda a no recaer, o a recaer menos, pero siempre perdonar.
Un gran confesor, al que hice cardenal en el último Consistorio -es un hombre de 94 años, un fraile capuchino de Argentina- y es un gran perdonador, como decimos nosotros, ‘manga ancha’, lo perdona todo. Y una vez vino al palacio episcopal cuando yo era arzobispo allí y me dijo: ‘Escucha Jorge, tengo este problema, perdono demasiado y a veces tengo la sensación de que no me siento bien’ – ¿Y qué haces Luis? – Voy a la capilla y pido perdón al Señor: Señor perdóname, he perdonado demasiado – ¡Pero fuiste tú quien me dio el mal ejemplo!». Es verdad, debemos perdonarlo todo porque Él nos ha perdonado. Él nos ha dado este «mal ejemplo».
Es la primera vez que el Papa habla sobre Fiducia Supplicans de forma pública.
Respondiendo a otra interesante pregunta, una sobre la reforma más urgente que enfrenta la Iglesia, el Papa Francisco contestó:
La reforma de los corazones para todos los cristianos. Hay que conservar las estructuras, cambiarlas, reformarlas según la finalidad. Y esto -me atrevo a decir- puede ser también algo mecánico -en el buen sentido de la palabra-, pero las estructuras deben actualizarse siempre, utilicemos esta palabra positiva: cambiar para actualizar. Pero el corazón debe reformarse cada día: cambiar el corazón. Y esto es un trabajo de todos los días. Cuando sentimos alguna maldad en el corazón, la envidia por ejemplo, la envidia que es ese vicio «amarillo» -me gusta llamarlo- es un vicio «amarillo» que arruina todas las relaciones. Y debemos arrepentirnos y cambiar nuestro corazón continuamente. Y cuidado: lo que pasa en mi corazón que cambie. Cambiar el corazón y luego cambiar las estructuras. Hay que cambiar las estructuras porque la historia continúa. Las cosas que eran buenas en el siglo pasado no lo son ahora. Pero la verdadera libertad es cambiarlas, porque no son cosas absolutas en sí mismas, son cosas relativas al momento histórico’.