Mar. Nov 26th, 2024

Palestra / Noticias ONU

Edith Elgueta se dio cuenta de que, cuando desaparecieron las abejas, el desierto de Atacama, en el norte de Chile, se volvió aún más seco y, después de toda una vida como funcionaria municipal, se propuso recuperar esos insectos y producir una miel única en una de las zonas más áridas del mundo.

“Viene de una necesidad de tener que buscar calidad de vida. Nosotros en el desierto siempre habíamos tenido abejas, pero por una persecución de la mosca de la fruta hicieron fumigaciones, ahí se perdieron las abejas y eso no provocó más sequía todavía en pleno desierto”, explica en una entrevista con Noticias ONU.

Edith dejó su trabajo como archivera municipal y se fue a la Universidad Nacional de Cuyo, en Medonza, Argentina, a formarse como apicultora. Pero las clases no le bastaron. Edith quería hacer una apicultura distinta.

“Llegué a hacer un cambio de metodología, ver a la abeja en otro sentido, a tratarla bien”.

Edith tenía buenas relaciones con las comunidades de indígenas aimaras de la región de Arica y Parinacota por su trabajo en la municipalidad y buscó sus conocimientos.

“Empecé a aplicar los conocimientos de la apicultura biodinámica, a trabajar con las constelaciones lunares y también, como ya tenía conocimiento de la parte indígena, fui haciendo un complemento y eso lo fui aplicando”, explica.

Asegura que, al principio, nadie creía en su proyecto y le decían que sacar miel en el desierto era una idea “de locos”.

Edith busca las vetas de agua con un péndulo. “Logré ubicar el reservorio de agua subterránea donde crece mucha planta nativa y ahí puse la colmena y la abeja. Empezaron a polinizar esas flores, a sacar la mejor miel y libre de metales pesados”, cuenta sobre el origen de Colmenares Piomartin. “Las zonas desérticas son zonas de muchos minerales, pero las raíces de estas plantas purifican el agua. Por eso es tan importante cuando hay agua, poner plantas, porque ellas van limpiando el agua”.

Clima extremo

Todo el proceso es completamente natural y sostenible. Abre las colmenas en función de las condiciones del clima y de los ciclos lunares.

Uno abre la colmena sin usar humo, sin usar nada químico. La abeja siente cuando uno tiene que sacar miel y no ataca, deja el marco libre y se puede llevar a sala de cosecha”, explica.

Asegura que, durante la fase lunar creciente, la miel es más ácida y áspera y en cuarto menguante resulta más suave, cremosa y dulce.

El clima en Arica es extremo, con temperaturas de hasta 45 grados por el día que bajan a 5 durante la noche.

“La abeja se adapta. Es el único ser vivo que ha pasado todos los cambios de la tierra, todos los desastres que ha tenido la Tierra. Ella lo ha ido superando. Teniendo agua y teniendo flores, la abeja es feliz”, explica Edith.

Sin embargo, sí notan que con las temperaturas cada vez más extremas la radicación solar es “muy alta” y “la floración dura muy poco”.

Conocimientos ancestrales y tecnología del siglo XXI

La tecnología juega también un papel esencial en un negocio artesanal. “Uno tiene que respetar a sus ancestros, pero también tiene que evolucionar y aplicar nuevas tecnologías, porque uno no puede quedarse en el pasado”, sostuvo.

Tiene una central satelital que mide “las gotas que caen de agua, el viento…” y una antena para poder conectarse “hacia el mundo”.

Gracias a la conexión a internet ha podido hacer cursos de formación en línea para mejorar su negocio, como los que ofrece Fondo Esperanza, la entidad chilena de la Fundación Microfinanzas BBVA, que colabora con la ONU. A través de ellos también obtiene financiamiento para su negocio y conexiones con otras mujeres emprendedoras.

“Son equipos de mujeres que van formando, en donde cada uno rentabiliza su negocio. Pero si hay algún problema de deuda, todos nos agrupamos. Es como el trabajo de la abeja. La única manera de sobresalir es trabajando en equipo, apoyándonos unos a otros”, dice. 

Edith participó en un evento organizado por la Fundación, Trust For The Americas, el Gobierno de Colombia y el de Panamá, en el marco de la Comisión del Estatus de la Mujer de la ONU en Nueva York.

Tras el evento, todavía sentía incredulidad de haber “volado tanto”. “Me siento como una abeja en el país de las maravillas”, decía sobre su paso por Nueva York y la ONU. “Lo mío es una microempresa familiar tan pequeñita. Mi producción es pequeñita también, pero el valor agregado que tiene es que es única”.

“Es un trabajo de equilibrio y de respeto hacia la abeja”, detalla. “Trabajamos en equipo, yo las cuido, las protejo, pero también tengo que comer, alimentarme. Así que una mitad del trabajo de ellas también es mío”.

El mensaje que transmitió a las mujeres presentes en la conferencia, que se levantaron a aplaudir tras su intervención, es que deben creer en sí mismas. “Mi lema es ‘creer para poder ver’. Yo creo en lo que hago, me tengo confianza, me tengo fe y las cosas resultan”.

Planes de futuro

Con sus 15 colmenas, Edith produce una miel que, asegura, es única en el mundo por sus propiedades bacteriológicas, y propóleo, que vende en Chile, Perú y Bolivia. Está investigando y obteniendo las certificaciones para vender miel encapsulada.

“Estamos haciendo los estudios biomédicos a los productos que tienen que ingresar. Como son producto nuevo, tienen que pasar por toda una reglamentación y también tenemos que comprar una máquina de encapsulado para poder integrar a mercados comerciales más altos”, explica con brillo en los ojos.

A sus 68 años no tiene intención de retirarse. “A mí me ha tocado ser mamá, dueña de casa, trabajadora, criar mis hijos y ahora en mi empresa me siento activa. A mí el trabajo me motiva y eso me da estímulo de vida”, dice. Se siente afortunada y “libre como una abeja”.