Daniel Johnson / Noticias ONU
En respuesta a las informaciones aparecidas en los medios de comunicación el martes, según las cuales la ONU había advertido de que la ayuda podría tener que detenerse si no mejoraba la situación de seguridad y la coordinación con el Ejército israelí, el responsable de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), Martin Griffiths, negó que se hubiera dado ningún «ultimátum».
«Seguimos negociando, como hemos hecho durante muchos, muchos meses, con las autoridades israelíes y otros países, con mucha ayuda, por cierto, de Estados Unidos, como saben, para conseguir las condiciones adecuadas que permitan que la ayuda se entregue de forma segura», declaró a Noticias ONU en una entrevista exclusiva, pocos días antes de que abandone su cargo.
«No estamos huyendo de Gaza, en absoluto, pero lo que es cierto ahora -y creo que es la base de esta historia- es, por supuesto, que estamos especialmente preocupados por la situación de seguridad en Gaza, y cada vez es más difícil operar«.
Sus comentarios se producen tras la publicación el martes de la última y nefasta evaluación de la situación alimentaria en Gaza, en la que se destacaba el «alto riesgo» de hambruna en toda la Franja de Gaza «mientras continúe el conflicto y se restrinja el acceso de la ayuda humanitaria». Más de medio millón de personas llevan días enteros sin comer, mientras el resto no tiene acceso a la comida de manera diaria.
«La ayuda puede marcar la diferencia, por eso necesitamos que se abran todos los pasos fronterizos«, afirmó Griffiths.
«Por eso necesitamos seguridad y protección, por eso necesitamos que se reinicie el muelle y que la ayuda salga de la playa, si es que eso también puede hacerse. Necesitamos todas las manos en cubierta para esto (…) Seguiremos en ello. Pero les fallamos a diario cada vez que no somos capaces de hacer llegar la ayuda a la gente que la necesita».
Griffiths se refería así al muelle provisional construido por Estados Unidos que ha estado fuera de servicio por diferentes motivos, desde su inutilización por las condiciones del mar hasta la situación de seguridad.
«El problema es político, ése es el verdadero esfuerzo, ése debe ser el centro de todos nuestros esfuerzos. Y, de hecho, uno de los aspectos interesantes de Oriente Medio es que hay mucha diplomacia política, mucha mediación en marcha», continuó.
«Por cierto, ojalá pudiéramos ver eso en otros lugares, como en Sudán, pero tenemos que ver que da resultados».
Tras casi nueve meses de la ofensiva israelí tras los ataques de Hamás y la toma de rehenes en Israel, en el contexto de un conflicto que lleva décadas sin resolverse, las agencias de ayuda de la ONU siguen informando de continuos ataques en toda Gaza por parte del Ejército israelí, que causan víctimas civiles, desplazamientos forzosos masivos y la destrucción de viviendas y otros servicios públicos.
En su última actualización, la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) informó de ataques aéreos «especialmente intensos» en el centro de Gaza en los últimos días, en particular en los campos de refugiados de Bureij, Maghazi y Nuseirat y en el este de Deir Al Balah.
Mientras tanto, la ofensiva terrestre del Ejército israelí «continúa expandiéndose», señaló UNRWA, particularmente en las regiones del sur de la ciudad de Gaza y el este de Rafah, causando más sufrimiento y «desestabilizando» aún más los flujos de ayuda humanitaria.
Además de la guerra en Gaza, la violencia mortal ha continuado sin cesar contra los palestinos en Cisjordania, mientras que una nueva escalada entre Israel y los militantes de Hezbolá a través de la frontera con Líbano provocó una advertencia del Secretario General de la ONU de que un paso en falso podría desencadenar una catástrofe para toda la región y más allá.
Más allá de Gaza, Griffiths defendió el papel de la Organización en la prestación de ayuda a personas en situaciones de emergencia en todo el mundo.
«El año pasado prestamos ayuda a 144 millones de personas, es decir, dos tercios de lo que esperábamos alcanzar en un momento en que la financiación era problemática», afirmó. «Las agencias de ayuda están haciendo un trabajo extraordinario, y en particular dentro de una agencia de ayuda global, los repartidores de primera línea».
Por asombroso que sea el número de personas que reciben ayuda, muchas decenas de millones más siguen fuera del alcance de la ONU, por falta de financiación.
«La disparidad entre la cantidad de dinero -ya saben, más de dos billones de dólares al año gastados en la guerra- y la cantidad de dinero gastado en ayuda humanitaria para la pacificación es asombrosa. Y es vergonzosa«.
Y añadió: «Tenemos que deshacernos de la idea de que invertir más de dos billones de dólares en la guerra es una manera de conseguir la seguridad en este mundo. No, no es la manera de asegurar este mundo. La manera de asegurar este mundo es que la gente en general sea amable con sus vecinos».
Reflexionando sobre sus cuatro décadas de trabajo «al borde de las zonas de guerra» y en los pasillos diplomáticos del poder, Griffiths, de nacionalidad británica, insistió en la necesidad de una reforma radical del sistema humanitario mundial, dadas las crecientes necesidades y las prolongadas emergencias.
Es posible que se produzcan cambios, apuntó, señalando que «la ONU y la sociedad civil, los gobiernos anfitriones de todo el mundo y las organizaciones regionales» deberían «empezar a considerar el hecho de que el poder se está redistribuyendo en este mundo actual«.
«Y quizá eso tampoco sea malo (…) Tenemos que hacer todo esto a instancias de la gente de esas comunidades, no de lo que nosotros pensamos que es mejor, sino de lo que ellos saben que es mejor».
Este punto quedó claro para el veterano trabajador humanitario en Sudán, donde se reunió con representantes de organizaciones de la sociedad civil que atendían las salas de tratamiento de urgencias «en primera línea, en Jartum, en todo el país. No desaparecen, son el estándar, creo, para que todos podamos decir: ‘Sí, definitivamente (este trabajo) merece la pena’«.
Pocos días antes de dimitir de su cargo, una de las funciones más agotadoras del sistema de las Naciones Unidas debido a sus constantes viajes y a la atención de los medios de comunicación, Griffiths rechazó la sugerencia «increíblemente autoindulgente» que recibió de que podría bajar el ritmo en Ginebra, donde él y su familia han vivido durante años.
También se mostró reservado sobre la posible identidad de su futuro sucesor, que se hará cargo de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), aunque ofreció un consejo: «Creo que he aprendido este principio de mi vida, una vida salvada, ¡una vida salvada! hace que merezca la pena. Y me asombra la resistencia de las comunidades. Y me asombra el valor de los trabajadores humanitarios».