Palestra / DW
Cuando la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia de COVID-19, el 11 de marzo de 2020, el mundo entró en estado de shock. Pero, al mismo tiempo, se movilizaron fuerzas a nivel global para enfrentarla.
Cinco años después, ¿qué lecciones aprendió América Latina de esta emergencia sanitaria, y cómo podría volver a enfrentar una pandemia? DW entrevistó sobre el tema al Dr. Felix Drexler, virólogo y profesor de la Clínica Universitaria Charité, de Berlín, con amplia experiencia profesional en América Latina, y con quien sostuvimos nuestra sección Diálogo Pandémico durante esa emergencia sanitaria.
DW: Dr. Drexler, ¿qué ha cambiado en América Latina en cuanto a la prevención y atención, a cinco años de la pandemia de COVID-19?
Dr. Felix Drexler: Algo ha cambiado, pero no mucho. En América Latina no sucede algo muy diferente de otras regiones del mundo, es decir, que se olvidó rápidamente el desastre que fue la pandemia, y sus consecuencias para la salud, la economía y la sociedad. La región no estaba preparada para la pandemia, pero no actuó de mejor o peor manera que otras regiones.
El asunto clave es que Latinoamérica es muy heterogénea, con países muy pobres que invierten bastante en salud, y países más ricos que invierten menos, y dentro de los países más ricos hay enormes diferencias regionales.
Muchos países latinoamericanos no tenían acceso a los reactivos para detectar el coronavirus, o estos simplemente no estaban disponibles, y cuando llegaron las vacunas, estaban sujetas a un fuerte juego geopolítico en cuanto a qué país adoptaba cuál vacuna. Si querían usar las vacunas desarrolladas en Cuba, la china o la rusa, o si se esperaba a que llegara la vacuna de la iniciativa COVAX.
Pero lo que también complicó mucho la situación fueron las diferentes posturas ante la pandemia de los Gobiernos de los respectivos países, e incluso las de las autoridades de los diferentes departamentos, estados o provincias.
¿Cuáles son las lecciones que nos dejó de la pandemia a los latinoamericanos?
Ante todo, el mensaje principal es que no hay un Gran Hermano que cuide de nosotros, es decir, esa tendencia a pensar que la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Estados Unidos o Europa solucionarán las cosas. Eso no es lo que ha sucedido.
El segundo mensaje importante es que no hubo suficiente colaboración regional. En América Latina, hay países con fronteras conjuntas enormes, con poblaciones comparables, con el mismo idioma, que no supieron colaborar estratégicamente. Hubo gran cooperación entre los científicos y los médicos, pero no necesariamente entre los Gobiernos de la región. Es una región muy compleja, donde cualquier Gobierno simplemente puede rechazar la cooperación con un país vecino por tener otra línea política.
Como actor de salud, y sin agenda política, puedo decir que no importa quién esté gobernando un país, porque hay que trabajar juntos por el bien de la población. El covid fue, por su transmisibilidad, un ejemplo brutal de que las enfermedades no respetan las fronteras. Y a pesar de ese impacto común, los países latinoamericanos no desarrollaron estrategias conjuntas lo suficientemente eficaces.
En la comunidad científica se habla de crear un Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) a nivel regional. ¿Qué hay de cierto y de posible en esto?
Es una idea que presentaron algunos exministros de Salud, como reacción a la pandemia. Pero también hay otras opiniones. Brasil, por ejemplo, ya implementó su propio centro y tiene la capacidad de tomar un rol de liderazgo en la región. Sin embargo, habría que desarrollar la idea, y se necesitaría un mandato suprarregional. También existe un CDC en el Caribe, y eso es una buena medida. Pero esos centros siempre dependen de la financiación, por lo cual no es fácil sostenerlos.
¿Cuáles son los pasos a dar, concretamente, para generar más resiliencia y conciencia sobre las pandemias?
La posibilidad de coordinar esfuerzos, tanto de prevención como de reacción ante una nueva pandemia, es algo en lo que cada país debería concentrarse, en la relevancia de la interacción coordinada con los demás. Pero ese es un aspecto que se ve dificultado en todo el mundo, no solo en Latinoamérica.
Hay que trabajar en las organizaciones multilaterales existentes, fortalecerlas, otorgarles un mandato claro y desarrollar soluciones regionales. Por ejemplo, los países andinos -Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela- podrían trabajar perfectamente juntos y aunar esfuerzos. Son países que tienen fronteras con miles de kilómetros, con gran flujo de personas.
Por otro lado, en cada uno de los países se debería descentralizar la atención sanitaria. No alcanza con que la gente reciba cuidados médicos en los grandes centros urbanos, como Bogotá, Lima o Quito. Hay que trabajar en una solución para atender a la población de la áreas más remotas, que es muy vulnerable.
Mucha gente ya no se cuida tanto de los contagios como lo hacían durante la pandemia de coronavirus. ¿Es eso una señal de que ya no es necesario hacerlo y de que podemos relajarnos?
De hecho, si bien aún hay contagios con el coronavirus, estamos más inmunizados, tanto por las infecciones sufridas como por las vacunas. Sin embargo, y sin dramatizar, el asunto principal es cómo reaccionaremos cuando aparezca la próxima pandemia. Las decisiones principales siguen estando en manos de los Gobiernos.
¿Qué piensa sobre las medidas de recorte en la investigación científica en estos momentos, por ejemplo, en Argentina, en el CONICET, pero también en Europa y en Estados Unidos?
Si bien en algunos casos es necesario disminuir gastos, no se debe exagerar, y los criterios y las medidas deben ser transparentes. También en Alemania debemos hacernos la misma pregunta. Aquí, el porcentaje del PIB en salud es muy elevado, pero la digitalización marcha muy lentamente. Si los recursos se usan de manera eficiente, no se deberían imponer recortes a ciegas, porque todos pagaremos el precio de eso en el futuro, tal vez muy próximo.
¿Qué se puede mejorar en la cooperación científica y médica entre América Latina y Europa como aprendizaje de la pandemia de covid?
Los países de América Latina y Europa que tienen un vínculo cultural y un respeto mutuo muy alto, y deberían trabajar más en conjunto de lo que lo hicieron. Alemania, por ejemplo, se está retrayendo de su colaboración económica con varios países de América Latina en la cooperación bilateral. Y esto es cuestionable porque tenemos mucho que ganar los unos de los otros.
Cuando el mundo se detuvo: a cinco años de la pandemia de COVID-19
Siete millones de personas murieron a causa del COVID-19, según la OMS. Cinco años después, las consecuencias de la pandemia siguen ocupando a la sociedad y a la clase política. Imágenes que no olvidaremos.
El mundo en estado de excepción
En diciembre de 2019 se diagnosticó una nueva enfermedad pulmonar en Wuhan, China, que provocó muertes. En pocas semanas, el nuevo coronavirus se convirtió en un desafío global: el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia de COVID-19. Sólo más tarde se desarrollaría una prueba para el diagnóstico del covid, el hisopado nasal o bucal para detectarlo.
Trabajadores sanitarios, al límite
El virus SARS-CoV-2 mantendría al mundo en vilo durante años. Rápidamente, quedó claro que la enfermedad podía ser mortal, especialmente en personas mayores o con enfermedades previas. Al igual que esta enfermera belga, personal de salud de todo el mundo trabajó hasta el agotamiento. El hecho de que el virus siguiera mutando a lo largo de la pandemia supuso un desafío médico extraordinario.
Triste desfile en Italia
En Europa, Italia fue particularmente afectada por el covid. En marzo de 2020, vehículos militares tuvieron que transportar a los muertos por el coronavirus desde Bérgamo hacia crematorios en otras munipalidades, ya que los de la ciudad estaban sobrecargados. Lombardía llegó a registrar 300 muertes en sólo un día.
Molesta, pero muy necesaria
Las máscaras protectoras para la boca y la nariz contuvieron la propagación del virus. Las mascarillas FFP2, que a menudo se confeccionaban con tela, pronto se convertirían en un estándar. Durante años, llevar mascarilla en lugares públicos fue obligatorio en casi todo el mundo. Los investigadores confirmaron que las mascarillas, utilizadas correctamente, frenan la propagación de infecciones.
Hospitales al borde del colapso
El gran número de pacientes de covid llevó a muchos hospitales al límite. Por ello, en este hospital chino se instalaron rápidamente camas en los pasillos. En la India, el sistema de salud estuvo a veces al borde del colapso; personas desesperadas esperaban frente a hospitales abarrotados. Allí se contabilizaban a menudo 2.000 muertes por covid cada día.
Aislamiento obligatorio
Las calles de grandes ciudades como Nueva York nunca estuvieron tan vacías como en la pandemia. Casi todos los países impusieron restricciones de contacto y cierres para proteger a la población del virus. Guarderías y escuelas permanecían en gran medida cerradas, al igual que cafeterías, restaurantes, cines, teatros, piscinas y peluquerías. Donde era posible, la gente trabajaba desde su casa.
Comer juntos, pero separados
La pandemia fue un shock para la economía y provocó una crisis global: muchas empresas estaban paralizadas, el comercio y el consumo colapsaron, y la vida social se cerró en todas partes. Incluso después de que se relajaron los confinamientos, medidas de protección como estas mamparas de plástico en Bangkok, la capital tailandesa, seguían vigentes en tiendas y restaurantes de todo el mundo.
Disfrutar del aire libre, pero a distancia
Distancia social en un parque de San Francisco: los círculos en el césped muestran a qué distancia podía sentarse la gente en grupos. La distancia estaba destinada a minimizar el riesgo de infección. Aunque las infecciones disminuían durante los meses de verano, las medidas de higiene seguían siendo estrictas. En algunos países, a las personas ni siquiera se les permitía salir de sus casas.
Haciendo fila por la vacuna
Finalmente, hubo esperanza. En la Union Europea, las primeras vacunas de BioNTech/Pfizer contra el COVID-19, y poco después también las de Moderna y Astrazeneca, se aprobaron mediante un proceso acelerado a finales de 2020. Muchos países pobres esperaron durante largo tiempo para recibir las vacunas. En la foto, mujeres indias hacen cola para recibir la vacuna Covishield.
Protestas de la población
Las medidas gubernamentales contra el coronavirus desataron protestas en muchos lugares. En París y otras ciudades del mundo hubo protestas violentas. En muchos países, incluida Alemania, los extremistas de derecha iniciaban manifestaciones o se infiltraban en ellas. Teorías conspirativas, como la afirmación de que el coronavirus es un «arma biológica», fueron parte integral de las protestas.
Dificil reinicio de clases
Así regresaban a clase los niños de primaria en 2020 en Alemania, tras las vacaciones. Antes tuvieron que tomar clases en casa durante meses debido al cierre de escuelas. La educación en casa fue una prueba de estrés, tanto para padres como para niños. Según estudios, incluso cinco años después del inicio de la pandemia, muchos niños y jóvenes siguen sufriendo de soledad y enfermedades mentales.
Espectáculo sin público
Los ciclistas de BMX demostraron sus habilidades en los Juegos Olímpicos de Tokio, pero casi nadie pudo animarlos. Tras el estallido de la pandemia, el evento deportivo inicialmente previsto para 2020 se pospuso un año, pero el coronavirus todavía tenía al mundo en sus garras en 2021. Los Juegos Olímpicos se desarrollaron frente a gradas vacías.
Exámenes en vez de conciertos
Estudiantes de la Universidad de Dortmund realizaron un examen en junio de 2020 en el Westfalenhalle, un inmenso recinto para conciertos y eventos, respetando estrictas normas de higiene, por primera vez en la historia de la universidad. Los jóvenes se vieron especialmente afectados por las restricciones de contacto. El 44 % de los estudiantes alemanes sufrían de soledad, según un estudio.
Amargo balance pandémico
El 5 de mayo de 2023, la OMS levantó la emergencia de salud pública mundial, pero, al mismo tiempo, declaró que el coronavirus seguía siendo peligroso. Según las autoridades, se ha demostrado que casi siete millones de personas han muerto «a causa o con el coronavirus», aunque la cifra real se estima en al menos 20 millones. En Londres, corazones rojos conmemoran a los que murieron en la pandemia.